Probablemente
debido a una mezcla –en proporciones variables, dependiendo de a qué parte del
espectro político nos estemos refiriendo- de cobardía, complejo y complicidad
(las tres ces no estaban buscadas de inicio, aunque sí hacia el final), los
distintos partidos políticos españoles, nacionales y regionales, siempre han
tendido a mostrar tendencia a llegar a acuerdos con los asesinos miserables del
hacha y la serpiente.
Negoció
González, negoció Aznar –al menos, ab
initio- y se arrastró Rodríguez lamiendo tafanarios. Cuando los asesinos
anunciaron un alto el fuego indefinido, todos –menos la mayoría de las
víctimas- se apresuraron a darse palmaditas en la espalda y a anunciar la
victoria del Estado de Derecho y de la democracia sobre el terrorismo.
Falso.
Incorrecto. Inexacto. Mentira. Han sido los encapuchados los que han ganado, los
que siguen ganando y los que, como no cambien las cosas, ganarán al final. Porque
si el portavoz del PP vasco admite que se puede adecuar la política penitenciara tras el comunidado de ETA y no
descarta que, si desaparece la banda asesina, podría modificarse el criterio de
dispersión de presos, si bien matizó que no
hay prisa.
Yo
tampoco tengo prisa. Estoy dispuesto a esperar a que cumplan íntegramente sus
penas antes de acercarlos a sus domicilios. En una caja de madera de pino, de
ser necesario…
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