Ya
en los tiempos del felipato (¿gonzalato?), es fama que Alfonso Guerra,
de vuelta de alguna parte, se topó con un atasco tal que no iba a llegar a
tiempo de ver torear a Curro Romero, por lo que, ni corto ni perezoso, pidió
que le acercaran un avión Mistére y
así pudo plantarse en la Maestranza (colijo que era la plaza) y contemplar la
faena (o la espantá, que tanto podía
ser) del llamado Faraón de Camas.
Ahora,
los tiempos se han actualizado. Disfrutar de la llamada fiesta nacional no está tan bien visto entre los retroprogres, pero lo del usar los
aviones oficiales para actividades de esparcimiento privado parece que sigue
estando a la orden del día entre sus prioridades.
Sólo
así se explica el que, para ir a ver un concierto de un grupo del que hasta
ahora no tenía noticia ninguna, Sin
vocales y su señora se cogieran un avión oficial. La egabrense (que no
egregia) vicepresidenta no tuvo el menor cuajo en decir que semejante actividad
se enmarcaba en la agenda cultural del presidente. Y el susodicho remató la faena diciendo que el problema no es el transporte, sino a quién transporta.
No,
Pedrito, no. El problema no es a quién transporta, porque los Falcon están para transportar, entre
otros, a ti. El problemas es para qué.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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