El
año pasado por estas fechas, el tema
estrella del blog era el golpe de Estado en Cataluña. Este, a lo que
parece, es el Generalísimo y qué hacer con sus restos mortales (me hace gracia
esa expresión, porque el que la emplea asume, siquiera implícitamente, que hay
algo en el ser humano que no es mortal o, dicho a sensu contrario, que es inmortal). No parece que vaya a llegar a
los extremos de duplicar entradas diarias, pero la cosa empieza a ser trending topic en el octavo pueblo.
Finalmente,
el Gobierno aprobó el Decreto-Ley para trasladar los restos mortales del que
fuera Jefe del Estado durante casi cuatro décadas (ha sido gracioso escuchar
esa expresión, restos mortales, de
alguien que pertenece a un Gobierno casi descaradamente ateo), y han
justificado la extraordinaria y urgente necesidad en que el difunto lleva allí
cuarenta años largos (más de los que gobernó España) y, más o menos, ya toca. Sólo
le ha faltado decir que la cosa ya huele.
Manteniendo
esa línea de gallardía valiente que les llevó a retirar la estatua ecuestre del
Generalísimo con nocturnidad y casi alevosía (porque hacerlo como regalo de
cumpleaños a un genocida es casi alevoso), se han declarado partidarios de
exhumar el cadáver sin alharacas y
sin informar del día concreto.
En
cuanto a lo que opine la familia –el consentimiento es requisito
imprescindible, según lo dispuesto en el ordenamiento jurídico-, a los suciolistos no se les da un ardite. Si
no hay acuerdo con la familia, ya decidirán ellos dónde le entierran.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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