El
germen de la Unión Europea fue la CECA, la Comunidad Europea del Carbón y del
Acero. Andando el tiempo, se fueron ampliando los miembros, los objetivos y los
ámbitos.
Pero
una de las muestras más claras de que la entidad supranacional ha devenido en
un pesebre del que pastan numerosos paniaguados es que el setenta por ciento
del presupuesto vaya a políticas agrícolas. En un mundo en el que el sector
primario debería tender a disminuir en cuanto a peso económico, en beneficio de
los sectores secundario y terciario, el hecho citado carece de sentido, como ha
puesto de manifiesto el primer ministro de los Países Bajos.
Lo
suyo sería que los sectores agrícolas que no sean rentables desaparezcan (por
muy doloroso que resulte), y que esos productos se compren a terceros países,
si ello resulta más económico. Mejor para nosotros… y mejor también para ellos.
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