Los
movimientos por las opciones sexuales no tradicionales (por denominarlas de
alguna manera que no suponga tener que recitar todo el abecedario con las
letras en un orden también no tradicional: primero la ele, luego la ge, luego
la te, luego la be, luego la i, luego… quién sabe cuál) se organizaron, según
sus defensores, para acabar con la discriminación que sufrían sus miembros.
Sin
embargo, como todo aquello en la que la izmierda
mete la zarpa, se han politizado. Sólo eres un homo/bi/trans/a/lo que sea
sexual si, además, eres de izquierdas. Si eres de derechas, primero eres de
derechas, y luego no eres nada, al menos para los del llamado lobby gai.
Así
lo demostraron los organizadores de la llamada marcha del orgullo (si vestirse como un mamarracho, cuando van
vestidos, y ofender al buen gusto, la educación y la decencia es para sentirse
orgullosos, ellos/as/es sabrán), en la que, decían, reivindicaban los derechos
de los transexuales… y vetaban al Partido Popular.
Bien.
Mejor solos que mal acompañados. Si no fuera porque sospecho que,
probablemente, disfrutarían, terminaría esta entrada diciendo Que les den.
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