Cuando
desde el ayuntamiento de Madrid se afirmó, con todo el aplomo del mundo, que se
evaluaría el impacto de género (o expresión semejante; mis lectores
comprenderán que no me detenga a recordar textualmente todas las chorradas que
pasan ante mis ojos), pensé, la verdad, que se había llegado al extremo de la
estulticia en lo de llevar el sectarismo ideológico hasta sus últimos extremos.
Pero
uno nunca puede fiarse de los progres
en cuanto a sectarismo estúpido se refiere. La prueba la tenemos en el actual
ejecutivo español, que ha anunciado que revisará el impacto que tienen los impuestos sobre las mujeres para dar una perspectiva de género.
No
voy a entrar a valorar la pertinencia o no de semejante revisión, ni a entrar
si los impuestos impactan de
diferente manera sobre varones que sobre mujeres. En cambio, me limitaré a
indicar que este enfoque, como todo lo que el progretariado emprende en materia de sexo (que no de género,
analfabestias iletrados) choca frontalmente con el artículo 14 de la
Constitución española, que prohíbe cualquier discriminación en materia de,
entre otras cosas, sexo.
Estoy
frontalmente en contra de cualquier discriminación, sea negativa, positiva o
mediopensionista. El que vale, vale; el que no, a la calle. Las cuotas son para
los inútiles; para aquellos que, por ejemplo, siendo titulares de Cultura no
tienen ni refitolera idea de latín, o que llegan a la vicepresidencia de
asuntos económicos pensando que el dinero público no es de nadie.
Algo
que parece abundar entre los socialistas egrabrenses…
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