Hace
unos días hablé de que al Coletas le
crecían los enanos en sus predios regionales, y comenté la posibilidad de que
en uno de los más fuertes, allá al Sur de Despeñaperros, las cosas le salieran
rana a Junior y fuera más votada la
candidata no patrocinada por él.
A
pesar de las gestiones de ese Robocop
de saldo que los neocom tienen como
secretario de organización (o poltrona motorizada semejante), fue precisamente
Teresa Rodríguez, la pareja del inefable (puesto que las palabras se quedan
cortas para describirlo) alcalde de Cádiz, la que venció en las primarias con un setenta y cinco por ciento de los votos. No una mayoría a la búlgara, pero
casi.
Siempre
he dicho que lo mejor para la derecha española (y, de rebote, para España) es
que la izquierda esté, cuanto más desunida, mejor. No es que sea una reflexión
demasiado inteligente o elaborada, puesto que es un corolario ineludible de la
Ley D’Hont que rige en el sistema electoral español.
Y
si además el líder de una de las formaciones de izquierdas está tan ocupado
apagando fuegos en su patio trasero que no puede enredar en la política
nacional, miel sobre hojuelas…
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