Esta
última novela de la trilogía de los tres cuerpos funciona como precuela,
secuela y hasta intercuela de las dos anteriores. Y todo ello sin que, más de
mil quinientas páginas después de que tuviéramos noticias de ellos, sepamos más
del aspecto de los trisolarianos de lo que sabíamos entonces.
Cixin
Liu prosigue con su evolución del devenir de la civilización terrestre, que
oscila entre la euforia desatada y el pesimismo exacerbado en sus relaciones
con un universo que, cada vez más, se demuestra profundamente hostil. Y todo
ello con unos fundamentos científicos que, al menos a ojos de un no
especialista en ese tema (aunque sí con un relativo conocimiento, nivel
aficionado, del mismo), resultan tan plausibles como ingeniosos.
No
deja de tener sentido que, en un hipotético futuro, sea la actitud de los
chinos, y no la de los estadounidenses, la que determine el destino de la
especie humana. Ahora bien, ¿qué será lo siguiente? Quizá una historia de ficción
científica (una traducción quizá más exacta del inglés science fiction que la tradicional de ciencia ficción) en la que la mayor parte de los personajes sean
hindúes…
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