La
única manera de definir a los golpistas catalanes –bueno, no la única, pero sí
una de ellas- es decir que son una panda de jetas. De caraduras. De aprovechados.
Llevan años –lustros, décadas… ¿siglos?- al resto de España y ahora que, por
fin, parece que por fin se han decidido a marcharse, pretenden que les paguemos
el billete.
Cuando
leí que Cocomocho exigía a la
Generalidad que le ponga despacho, coche y guardaespaldas en el extranjero, mi
primer pensamiento –en realidad, se me ha ocurrido hace cinco minutos… leí el
titular, copié el enlace y lo puse a la cola- fue que, con un poco de suerte,
esa sanguijuela de peinado indescriptible desangraría a sus compinches. Pero luego
recordé que el dinero de la administración catalana no sale de debajo de las
piedras. Es dinero que sale de todos y cada uno de los españoles, y que debería
ser empleado para mejorar la vida de los catalanes, pero que esos pocos
miserables emplean en sus fines espureos y egoístas.
Por
tanto… que Cocomocho trabaje en su
casa, use transporte público y se guarde él solo las espladas, si es que
alguien se toma la molestia de ir a por él.
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