Con
el abandono de la Unión Europea por parte del Reino Unido de la Gran Bretaña e
Irlanda del Norte (para los amigos, Brexit),
se planteó la posibilidad de que, por primera vez en dos siglos, la pérfida
Albión hiciera algo en favor de España; y, por primera vez en la Historia,
probablemente, sin actuar en interés propio.
Ese
favor sería Gibraltar, claro está. El Peñón, nido de traficantes, defraudadores
y ladrones (de tierra y mar), vive porque vampiriza el Campo de Gibraltar. Convertido
en un pedazo de tierra exterior a la Unión, si las cosas fueran como debieran
quedaría abandonado a sus propios recursos; es decir, a los de la metrópoli
(puesto que han sido, son y serán una colonia de Su Graciosa Majestad). Y hasta
es posible que allá al otro lado del Canal de la Mancha consideraran que tener
que seguir manteniendo a semejante panda de gorrones resultaba demasiado
oneroso, y que traería más cuenta devolvérsela de una refitolera vez a los de
la siesta y la pandereta, y allá que se las compusieran ellos (es decir,
nosotros).
Pero
todo eso son hipótesis. Porque a la cabeza del ejecutivo tenemos a un
indocumentado sin principios y sin redaños, que traga con todo lo que le echan,
ya sea butifarra o rosbif. Y cuando él dice que ha llegado a un acuerdo sobre
la Roca y levanta el veto al Brexit, en Europa se cachondean sobre las garantías recibidas, del tipo prometemos
prometer; cuando dice que España abordará la cosoberanía de Gibraltar con el Reino Unido, allá en Downing
Street dicen que la posición sobre la soberanía de Gibraltar no ha cambiado y no cambiará. En Bruselas dicen que fue más fácil convencer a Madrid que a Londres, y en la ciudad del Támesis aseguran que España no ha conseguido lo que quería respecto a Gibraltar.
Y
es que, como leí en un tebeo de El
corsario de Hierro hace ya muchos años, para un británico con razón o sin razón, mi país es lo
primero. Así que, ¿quién dice la verdad y quién miente como un bellaco?
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