sábado, 29 de diciembre de 2018

¿Navidades templadas? Y una m...

Para mí, el asunto del cambio climático es algo discutido y discutible, como ya he señalado unas cuantas veces. Vamos por partes, como decía Jack el Destripador.
Que el clima está cambiando es algo que admito sin reservas. De hecho, el clima es, por definición, cambiante, puesto que se trata de un sistema dinámico. Si no cambiara en absoluto seríamos como Mercurio (en cualquiera de sus dos caras), la Luna o Plutón.
Lo del calentamiento global ya es algo mucho más discutible, en cualquiera de sus dos términos. Que el clima esté cambiando a más cálido no se compadece con el frío que hace mientras escribo estas líneas (como pille al que dijo que íbamos a tener unas Navidades templadas, le voy a decir cuatro palabritas acerca de por dónde puede meterse sus pronósticos meteorológicos); y en cuanto a lo de global, tampoco se compadece con el hecho de que los casquetes polares muestren, según algunos, espesores que suponen máximos históricos (como tampoco con esas imágenes de ciudades de Nueva Inglaterra paralizadas por la nieve que, hasta donde yo sé, se debería fundir con un clima calentado).
Y llegamos al punto del papel que juega la actividad humana en todo esto. Que estamos arrojando a la atmósfera más CO2 que en toda la Historia, pase. Que eso no ayuda precisamente, también. Pero que sea determinante en el proceso es algo que pongo en cuestión. Y no porque, como sarcásticamente haya señalado algún familiar, sea creyente y piense que la Creación es algo perfecto que no puede ser desbaratado por los seres humanos, sino porque soy bastante consciente de la insignificancia de la humanidad en el esquema general del Universo.
Pero el clavo definitivo en el ataúd de mi disposición a admitirlo es el hecho de que, al tiempo que las predicciones de los calentólogos se demuestran erradas vez tras vez, también salen a la luz el falseamiento sistemático que hacen de los datos que aportan. Si tan en lo cierto están, ¿por qué mienten tan contumazmente y por qué yerran tan obstinadamente?
Si a eso unimos el hecho de que sus propuestas son, en general, delirantes, cuando no directamente suicidas –como la de acabar con el CO2 de la atmósfera-, apaga y vámonos.
Y así ahorramos electricidad, lo que a buen seguro les gustará.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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