Durante
mucho tiempo, Íker Casillas fue portero del Real Madrid y de la selección
española de fútbol. Sus reflejos salvaron muchos partidos de uno y otro equipo,
hasta el punto de hacerse merecedor del apodo de san Íker.
Sin
emargo, es poco probable que pase a la Historia en un lugar tan elevado. Para empezar,
no supo ni retirarse a tiempo ni su declive físico que, aunque no suponían que
pudiera seguir jugando al fútbol profesional, sí hacían que ya no tuviera los
méritos suficientes para seguir ocupando las dos porterías citadas. Si unimos
eso al hecho de que, cuando el Barcelona se fue decantando progresivamente
hacia el secesionimo, el madridista optara por templar gaitas frente a los
desplantes de sus compañeros de selección (singularmente, Shakiro y el charnego), el santo
había perdido su aureola, o al menos gran parte de ella.
Y
no parece haber aprendido, porque hace poco declaró que los clásicos con Mourinho y Guardiola parecían una guerra Cataluña-España. Teniendo en cuenta que el entrenador luso es eso,
portugués (y, por lo tanto, los problemas internos de un país que no es el suyo
ni le irían ni le vendrían), parece bastante claro por parte de quiénes se
estaba planteando la guerra.
Por
tanto, si inicialmente el templado de
gaitas podría haberse tomado como un signo de ser buena persona, el hacer
ese juicio sobre la cuestión citada demuestran que el guardameta, o es tonto, o
es malo. O las dos cosas, que sería peor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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