Algunos
que me conozcan, si digo que no soy ni franquista ni antifranquista, dirán Venga ya, y afirmarán seguros que, entre
esas dos opciones, soy un franquista de manual. Pues vamos a precisar.
Soy
de derechas. Por lo tanto, aunque el Caudillo decía aquello de que no se metía
en política, supongo que ideológicamente estoy más cerca de él que de, por
ejemplo, Santiago Carrillo. Y, desde luego, entre lo que fue el franquismo y a
lo que apuntaba la Segunda República, me quedo con lo primero con los ojos
cerrados. Es posible, como dice alguna persona que conozco, que si tuviera
familiares en el bando de los que provocaron la guerra (me refiero, claro está,
a los que acabaron perdiéndola) pensaría de distinta manera. Probablemente sea
así.
Pero
con la actuación de los últimos presidentes socialistas españoles me habría
vuelto franquista de los pies a la cabeza, aunque sólo fuera por llevarles la
contraria. Y por ello sólo puedo aplaudir con todas mis fuerzas la esquela que
su bisnieto, Luis Alfonso de Borbón, publicó en el cuadragésimo tercer
aniversario de la muerte del Generalísimo. Una frase, en concreto, es para
enmarcar: Tus enemigos no te olvidan.
Una
verdad como un castillo de grande. Si a alguien no se le ha olvidado Franco,
puedes apostar duros contra pesetas a que es de izquierdas y tener unas enormes
posibilidades de ganar.
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