Ayer
fueron las elecciones regionales en Andalucía. Cuando escribo esto –la víspera,
a media tarde- no se saben todavía los resultados aunque, como he puesto en
Facebook, gane o pierda la izquierda, el susto no se lo va a quitar nadie.
Como
le he dicho a mi padre este fin de semana, eso de los andaluces no se merecen el gobierno que tienen es una pamema. Se
lo merecen, y mucho. El PSOE ha estado gobernando en Andalucía más tiempo del
que gobernó en España el Generalísimo. Y Franco se impuso (y se mantuvo, según
algunos) por la fuerza de las armas, pero es que a los de la mano y el capullo
llevan votándoles, elección tras elección, durante casi cuatro décadas.
Y
ahí siguen, dale que te pego, a pesar de titulares como El PER, la ruina de los agricultores: prefieren el subsidio a trabajar. Es un drama, la cosechas se están perdiendo.
Mi
madre solía decir que España es un país de izquierdas. Su tío (anduvo metido en
política), que es un país de miserables. Yo he llegado a la conclusión de que,
al menos de Despeñaperros para abajo, lo que son es una panza de pancistas: con
tener la barriga llena sin dar un palo al agua, lo demás les importa un ardite,
que diría Rhett Butler.
Naturalmente,
hablo de los que votan al PSOE vez tras vez, y periféricamente de los que no
votan para botarles.
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