Una
parte no desdeñable de la dificultad de terminar con el terrorismo de ETA fue
que parte del clero católico vasco dio primacía a lo particular frente a lo
general; esto es, que se consideraban antes vascos que católicos (es decir,
universales).
Un
problema semejante es el que se presenta actualmente en Cataluña, con
sacerdotes de todo rango y condición apoyando el golpe y a los golpistas, por
acción o por omisión. Tan pronto trescientos curas catalanes procesistas piden a los obispos de
España que no repitan el error de la Guerra Civil (se supone que el error fue, no
tomar partido, sino tomarlo por quienes estos sacerdotes a los que dudo ilumine
el Espíritu Santo consideran el bando inadecuado... todavía pretenderán que apoyasen a quienes los querían masacrar), al tiempo que dicen que hay personas procesadas y encarceladas por
perseguir lo que muchos de nosotros consideramos justo y adecuado a derecho,
como todo un señor obispo pide a sus feligreses ayunar por los políticos presos.
Con
semejante estado de cosas, no es de extrañar que estamentos más laicos se
preparen para repartir hostias (perdón por el juego de palabras irreverente)
más contundentes. Y mientras los Clicks
Unidos de Playmobil propugnan paralizar todo cuando arranque el juicio a los golpistas, los miembros
constitucionalistas de la policía regional (alguno que otro hay, a lo que
parece) alertan de que la seguridad no está garantizada para cuando, dentro de
una semana, el Consejo de Ministros se reúna en Barcelona.
Francamente,
que un Gobierno no pueda reunirse con seguridad en cualquier parte del
territorio que (presuntamente) gobierna es para hacérselo mirar. El propio
gobierno, y aquellos ciudadanos que lo apoyen.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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