El
que se amontonen tantas noticias (en ocasiones) mientras mantengo la pauta (en
general) de comentar sólo un tema al día hace que, a veces, las cosas pierdan
una cierta actualidad, mientras que en otras ocasiones el tiempo transcurrido
les da una mejor perspectiva.
Hace
un mes, el presidente de Vox dijo una verdad y una falsedad, y ambas se recogen
en el mismo artículo. La verdad fue que tanto la bruja Piruja como el PSC habían alentado el odio contra Vox y eran,
por tanto, responsables de las agresiones que los simpatizantes de la formación
de derechas habían sufrido en Barcelona. Hasta aquí, de acuerdo.
Pero
luego, Abascal mostró su sorpresa (y esto hay que ponerlo en cuarentena, porque
de lo que dice un político –cualquier político, de cualquier ideología- puedes
dar por bueno si es sincero en un diez por ciento de sus declaraciones) por el
hecho de que Aznar se hubiera dado por aludido cuando hablaba de la derechita cobarde.
Para
mí Aznar ha sido, y de lejos, el mejor presidente de la democracia española (no
el de talla moral más alta, ese premio quizá se lo llevara Calvo-Sotelo). Esto no
quiere decir que, al modo de los enamorados, me ciegue la pasión y no vea los
defectos de su mandato, que los tuvo, bastantes y de gravedad. No voy a hablar
de los cometidos de puertas adentro (esos colaboradores juzgados, con el correr
de los años, por corrupción), sino de los relacionados en su gestión con los
enemigos interiores de España: si bien le apretó fuerte las clavijas a los
terroristas vascos, la bajada de pantalones con el nacionalismo catalán fue
casi bochornosa. No hay más que recordar aquel yo hablo catalán en la intimidad. Y cuando tuvo mayoría absoluta,
lo que no tuvo es el valor para derogar normas injustas, o para mantener
medidas lógicas frente a la presión de los mamandurriados de la izquierda (me
refiero, claro está, a los sindicatos).
Así
que sí: en España, desde hace mucho tiempo, la derechita en España ha sido, esencialmente, cobarde.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!