Quizá
es que yo sea un retrógrado, que el mundo esté cambiando a mejor y que yo me
niegue a aceptarlo por apego a lo conocido. Quizá.
O
quizá es que todo el mundo menos un servidor ha perdido el oremus y ya nadie
siente el menor sonrojo en proponer medidas disparatadas. En una especie de
grito silencioso de maricón el último,
la región de Murcia ha sido (de momento) la última en sumarse a esa tarea de
elaboración de nuevos estatutos de autonomía (¿para qué?, me pregunto), y así incorporar
lo que los cuatro partidos políticos presentes en la cámara regional (PP, PSOE,
Podemos y Cs) califican como derechos del
siglo XXI.
Desde
la llamada brecha salarial (a pesar
de su demostrada falsedad) hasta la
memoria histórica de la Región de Murcia como patrimonio colectivo que atestigua la defensa de la identidad y la
cultura del pueblo murciano y la reivindicación de los derechos y las
libertades democráticas, adoptando las iniciativas institucionales
necesarias para el reconocimiento y la
rehabilitación de todos los ciudadanos que han sufrido persecución como
consecuencia de la defensa de su identidad cultural y democrática.
Es
más, los poderes públicos deben velar
para que la memoria histórica se convierta en símbolo permanente de identidad,
multiculturalidad, tolerancia, de dignidad de los valores democráticos, de
rechazo de los totalitarismos y de reconocimiento de todas aquellas personas
que han sufrido persecución debido a sus opciones personales, ideológicas o de
conciencia.
Pues
nada: ¡Que viva Cartagena!
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