Da
la casualidad de que en esta jornada electoral toca comentar un titular de hace casi dos meses: el que se preuntaba si la sucesión de Junior llegará pronto,
como aseguraba su calientacamas. Vamos a ir por partes.
El
Chepas no se va a ir voluntariamente.
Se irá sólo si la hostia que las encuestas pronostican y que a España le
vendría bien –se trata de echar al vertedero de la Historia una ideología que
cuando nació, hace ya casi dos siglos, nació vieja y falsa- es de tal magnitud
que le resulta imposible disimularla, matizarla o maquillarla de ninguna de las
maneras. Es decir, que se irá, como quien dice, cinco segundos antes de que le
echen, o de que la nave neocom se
hunda hasta el suelo de la fosa de las Marianas (o más allá incluso, según la
película Megalodón).
Luego
está la cuestión de quién le sucedería. La calientacamas
dejó caer la idea de que por qué no iba a ser una mujer la próxima persona (tomemos
este término en el sentido más amplio posible) que ocupe la secretaría general
de la formación morada (berenjena,
según los sondeos-que-no-son-sondeos de esta última semana de campaña). Con la
sugerencia implícita de que esa mujer podría, perfectamente, ser ella.
Dejando
aparte que imagino a pocas personas con menos tirón electoral, incluso entre su
parroquia, que Irena Montera –quizá Echeminga sea el único caso-, semejante
muestra de nepotismo iletrado sólo
encuentra paralelismos en el caso de los Perón, los Kirchner, los Marcos o los
Ortega. Todas parejas de acrisolada raigambre democrática, por supuesto.
Caben,
ante todo esto, dos posibilidades; desgraciadamente, no excluyentes. O bien
están hablando en serio… o bien se trata de un globo sonda para detectar
desafectos.
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