Uno
puede estar a favor de la igualdad entre los sexos sin por ello declararse
feminista. Es más, de hecho, lo que en la actualidad los progres entienden por feminismo
viene a ser más bien hembrismo, esto
es (y para simplificar), machismo sin pelotas y con tetas.
Quiero
con ello decir que lo que las autoproclamadas feministas (como dijo Tywyn
Lannister, un rey que anda proclamando todo el rato que es el rey no es
verdaderamente un rey) propugnan es más bien un odio al varón. No por nada se
las llama feminazis, tanto por su
radicalidad sectaria como por la virulencia de sus manifestaciones y conductas.
Es
por ello que me sorprende que algunos hayan tardado tanto tiempo en percatarse
de lo que digo. Cuando uno lee que expertas en igualdad alertan de que el feminismo es un hipermachismo extremista, lo
que epata no son las seis últimas palabras, sino más bien las seis primeras: no
el hecho noticioso, sino el que sea considerado como una noticia. Es algo así
como si leyera que expertos en gravedad alertan
de que las manzanas caen hacia el suelo.
Lo
que sí me ha sorprendido es que una mujer liberada, sin pelos en la lengua y
además del mundo de la cultura (un
mundo tan rojo tan rojo tan rojo que ayer mismo andaba pidiendo el voto para la
izquierda) haya denunciado el victimismo del feminismo radical y afirme que pierden mucho el tiempo.
En
cualquier caso, y como dicen los franceses… ¡viva la diferencia!
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