sábado, 23 de mayo de 2015

Lo que mal empieza…

Hace quince días comenzó la campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas (nunca entenderé por qué algunas comunidades autónomas pueden anticipar sus elecciones y otras tienen que guardar el período reglamentario de cuatro años entre comicios, que sería lo lógico para todos; la incomprensión, evidentemente, no es de tipo procedimental, sino ontológico de la discriminación). El titular que anoté entonces –bien entendido que el diario no le guarda simpatía alguna a los neocom- fue que el partido de Junior había tenido un desolador inicio de campaña.
No es que me sorprendiera. Una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, y esto se aplica tanto a los políticos como a los votantes. Es muy fácil y no tiene coste alguno el prestar el apoyo de boquilla, o incluso votar en las europeas, donde existe el sentimiento de que el que vota no se juega nada.
Pero cuando llega la hora de colaborar materialmente (y ahí está el fracaso de la campaña de recogida de fondos), o de actuar de verdad, o de votar en unos comicios en los que sí existe la percepción y hasta el conocimiento de que nos estamos jugando los cuartos, entonces las cosas cambian. Entonces sí que cobra visos de realidad la posibilidad de un gran fracaso electoral, como efectistamente recogen los titulares. No es que vayan a obtener un mal resultado (desgraciadamente), porque parece que será mucho mejor que el de cualquier formación nueva en sus primeras elecciones de verdad (y al caso de UPyD me remito), sino que no será tan espectacular como las encuestas vaticinaban.
Si con ello, además, Junior se retira de la política, miel sobre hojuelas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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