En el tercer volumen de la serie que
Grisham escribe orientada al público juvenil, la trama da un curioso giro
cuando el culpable resulta ser, aparentemente, el propio Theodore. En una
especie de juego detectivesco, el joven abogado
deberá descubrir quién está detrás de todas las desgracias que en una semana
negra se abaten sobre él, y también cuáles son las motivaciones de dicha
persona.
Grisham escribe un libro breve, de
apenas doscientas cincuenta páginas, que se lee casi de un tirón y que, junto a
nada disimuladas dosis de pedagogía legal (estadounidense, por supuesto),
aprovecha para plantear algún que otro problema ético de cierta entidad.
Recomendable como pasatiempo, porque
entretiene.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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