lunes, 25 de julio de 2016

Animales de dos patas

Los ecolojetas, también llamados ecologistas sandía (ya se sabe, verdes por fuera pero rojos por dentro), son unos sujetos que cuando alguien de los que ellos consideran criticable (léase, un torero) fallece en la plaza, aprovechan para vomitar toda la mala inquina que almacenan y dicen las mayores barbaridades amparándose en el (teórico) anonimato que proporciona la red de redes.
Así ocurrió hace dos semanas, cuando un matador llamado Víctor Barrio falleció tras ser empitonado en el pecho en la plaza de Teruel. En lugar de pensar en los familiares del fallecido, se dedicaron a proferir toda clase de frases nauseabundas que, en el menor de los casos, constituirían un delito de ofensas. Es el caso del rapero neocom Pablo Hasel –al que no he oído en la vida ni tengo intención de hacerlo-, que soltó la gracia de decir que Si todas las corridas de toros acabaran como las de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas.
Afortunadamente, en el mundo de la tauromaquia hay mucha más cultura y educación que en el de los llamados antitaurinos (Lorca, Hemingway o Picasso, sin ir más lejos, que no son santos de mi devoción pero que son reverenciados por los progres de cualquier pelaje). Incluso los toreros actuales son capaces de articular un discurso razonado y educado, muy alejado de aquellas frases de hace un siglo como Más cornás da el hambre o Hay gente pa’ tó. Julián López, el Juli, respondió a aquellos que se preocupan más por la muerte de un animal que por la de uno de sus semejantes, y lo hizo con contundencia pero, al propio tiempo, sin perder las formas.
En un discurso que habría alabado el propio Baltasar Gracián por lo conciso, señaló que la actitud de los antitaurinos era inhumana, y que uno de los tuiteros más deleznables –el adejtivado es mío-, profesor para más señas, es un ser vomitivo e indigno.
Vamos, que se puede decir más alto, pero no más claro.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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