martes, 8 de agosto de 2017

Casta, pero menos

I repeat myself more than the garlic, lo sé, pero es que no se me ocurre otra manera de comenzar esta entrada que decir que los neocom irrumpieron en la escena política española criticando a lo que denominaban la casta, un confuso totum revolutum en el que incluían, entre otros, a la clase política que había regido los destinos políticos del país (a nivel estatal, regional o municipal) desde la ya lejana y por ellos denostada Transición. También es cierto que esa crítica la ejercieron, fundamentalmente, desde las vías públicas de municipios en los que la corporación estaba regida por miembros del partido que tiene en su logotipo un ave marina de adscripción taxonómica imprecisa.
Es igualmente cierto que, al no ser capaces de tomar el cielo por asalto, como proclamó soberbiamente su soberbio líder –entendiendo soberbio no como superlativo de superior, sino como calificativo de aquella persona proclive al pecado capital del orgullo y la ira rápida-, no le han hecho ascos a recibir el apoyo de según qué fuerzas políticas, fagocitando a las más próximas ideológicamente y aprovechándose del odio africano que los de la mano y el capullo sienten por lo que denominan, genéricamente, la derecha. Gobiernan así en varias capitales de provincia, algunas de gran importancia política y económica, pero hasta la fecha no habían entrado en consejo de gobierno autonómico alguno. Hasta la fecha.
Porque hace apenas un mes, en Castilla-La Mancha, la minoría en el gobierno –y no hace falta saber de qué signo es porque, salvo contadísimas excepciones, cuando el Partido Popular no alcanza la mayoría absoluta de escaños en las asambleas legislativas regionales o en los plenos municipales, todas las fuerzas de izquierda y/o regionalistas se concitan para que no gobierne- requirió la ayuda de la franquicia regional de los neocom para salvar los presupuestos generales de la comunidad ofreciendo, eventualmente, la posibilidad de entrar en el gobierno regional.
Como he dicho, se trató de una oferta a la franquicia neocom de la región. Lo malo (o lo bueno, según se mire, porque de actuar con una total unidad de propósito quizá serían capaces de mayores y, por lo tanto, peores logros) es que incluso a nivel regional (e incluso local) hay en cada franquicia una pluralidad de corrientes, sensibilidades, mareas, movimientos y demás compañeros mártires que, a las primeras de cambio, empiezan a atizar a diestro y, en ocasiones, también a siniestro. Así, ante tal oferta, los anticapitalistas cargaron contra tal posibilidad de acuerdo; y en esa permanente tarea de renovar el lenguaje, declararon que tal cosa era subalternizarse a los socialistas.
Por otra parte, también surgieron dudas en las propias filas suciolistas, recién vuelto sin vocales a la primera línea partidaria, y partidario él mismo de recurrir a consultar a la militancia a las primeras de cambio, si considera que ello le conviene. El barón regional se mostró en principio renuente a tal posibilidad, para acabar asumiendo las consultas si eran no vinculantes (algo en la línea, en resumen, de decid lo que queráis que yo haré lo que me parezca, por no decir lo que me salga del epidídimo). La recién nombrada portavoz en la cámara baja nacional no desaprovechó la ocasión para atizarle diciendo que No hay poz qué tenez miedo a la miditancia.
Finalmente no hubo sorpresa ninguna: se llegó a un acuerdo entre Castilla-La Mancha y Ferraz, y las bases anticastistas aprobaron el pacto con la casta manchega. Que una cosa son los principios y otra, muy distinta, pillar cacho.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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