domingo, 6 de agosto de 2017

Izquierda miserable

Pese a constituir un retruécano de considerables dimensiones, no me he podido resistir a emplearlo como título de esta entrada del blog. Porque, aunque ya debería estar acostumbrado, la actitud de gran parte de la izquierda española con motivo del vigésimo aniversario del asesinato del concejal popular Miguel Ángel Blanco la sitúa, directamente, en la base de la escala de bajea moral de la que es capaz la especie humana.
Empezando por la alcaldesa de Madrid, esa abuelita aparentemente simpática pero que debe tener las entrañas formadas por mierda podrida. Ella, que tan aficionada es a poner pancartitas en un edificio que es de todos los madrileños cuando el mensaje está de acuerdo con su ideología (del welcome refugees a la bandera del colectivo LGTBXYZ), muestra una considerable renuencia a hacerlo cuando los criticados implícitamente son aquellos a los que hace no tanto no veía motivo para tenerles entre rejas hasta que se convirtieran en polvo.
Y lo peor no es eso, sino las excusas ramplonas que da. Inicialmente dijo que no habría pancarta para no individualizar unos nombres frente a otros. Eso casi puedo entenderlo: la izquierda española en general desprecia a las víctimas de los asesinos terroristas, y los considera una especie de imprudentes que tuvieron la nefasta idea de colocarse en el punto de mira de esas alimañas (para el progretariado de todo pelaje, léase luchadores por la libertad del pueblo vasco). Cuando se le criticó, doña Rojelia se empecinó en que no veía mucho sentido a la pancarta de Blanco e insistió en rechazarla, celebrando en su lugar una concentración, ese acto profundamente inútil que a asesinos y terroristas debe producirles más risa que otra cosa.
Al menos, el pueblo español parece tener las cosas más claras, y en el homenaje al concejal asesinado la primera edil de los madrileños fue abucheada, como abucheado eran Rodríguez y sus ministros en los actos de homenaje a las Fuerzas Armadas. Reaccionando como el detrito humano que es, la antigua juez consideró que aquello había sido una encerrona (será que, con la edad, habría olvidado que fue ella la que convocó la concentración en lugar de colocar la pancarta que se le había solicitado) y la muy cabrona, además, se permitió echarle la bronca a Marimar Blanco porque aquello no eran modos.
Los socialistas, por su parte, siguieron haciendo el ridículo, como siempre: pidieron a Carmena –que, no me cansaré de repetirlo, ocupa la poltrona gracias a ellos- que homenajeara a Blanco, pero no hicieron lo mismo en aquellos municipios en los que el alcalde era del partido de la mano y el capullo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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