miércoles, 30 de agosto de 2017

Mordiendo la mano que les da de comer…

…o, al menos, eso es lo que parecía de primeras, cuando a principios de mes saltaba la noticia de que las juventudes de los clicks de Famobil se dedicaban a pinchar las ruedas de las bicicletas para turistas y amenazaban con más ataques.
En principio, todo daba a entender que se trataba de una muestra más de ese aldeanismo del que siempre han hecho gala los regionalismos de ultraizquierda en España, convencidos de que su región es el ombligo del mundo, que si no han llegado a más es por culpa de la malvada España y que, dejados a su albur (esto es, ellos solos, sin visitantes del exterior), serían capaces de crear poco menos que un paraíso (laico, por supuesto) en la Tierra.
Contra estas actuaciones vandálicas clamaron los empresarios de la Ciudad Condal (la pela es la pela, venga de donde venga, aunque sea del extranjero), que pidieron a la bruja Piruja que atajara de raíz los ataques al turismo. Petición que oscilaba entre la hipocresía y la inutilidad total: ésta, porque si de alguien está cerca ideológicamente (entiéndase, de boquilla, que una vez ha aposentado su tafanario en la poltrona, a ver quién la aparta de ahí) la primera edil barcelonesa es de esos antisistema que buscan vivir del sistema lo antes posible (aunque sea convirtiéndose ellos en el sistema); aquélla, porque fue un sector del empresariado –en concreto, el ramo hotelero- el que primero empezó a fastidiar la cosa.
En efecto, los pisos turísticos nacieron porque las moratorias de los gobiernos municipales del cambio (los de vamos a cambiarnos por los que están) a la construcción de nuevos establecimientos hoteleros provocaron que, ante la limitación de plazas hoteleras, surgiera este tipo de oferta. Oferta que no le hace la competencia directa (al menos, no completamente) a los hoteles, porque son otro tipo de servicios los que ofrecen. Pero, mirando únicamente por su bolsillo, los empresarios hoteleros promovieron que se cercenara el derecho de propiedad privada, ya que, si yo tengo un piso, puedo alquilárselo a quien me pete, por el tiempo que me pete y con la finalidad que me pete, siempre y cuando no infrinja la Ley. Esto se unía a las críticas, fundadas o no, de asociaciones vecinales que se quejaban de que con los pisos turísticos aumentaba el precio de los alquileres, al tiempo que crecía el nivel de ruido y molestias.
Otra cosa es que, por presiones del lobby hotelero, se cambie esa Ley, y además en cada sitio de una manera. Tan es así, que hasta el Defensor del Pueblo (aunque ya sabemos el caso que le hacen a la pobre institución) se ha posicionado a favor de los pisos turísticos, criticando las restricciones autonómicas y proponiendo establecer directrices fiscales claras al alquiler de viviendas turísticas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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