domingo, 20 de agosto de 2017

Los papeles póstumos del Club Pickwick

Adquirí este libro, supongo, por ese afán completista que tengo, además de por haber leído en alguna parte una crítica favorable. Y ataqué su lectura con una cierta prevención, porque más de mil páginas de Dickens parecían muchas páginas… y mucho Dickens.
Sin embargo, me he llevado una agradable sorpresa. No hay en toda la obra nada del melodrama (o del melodramón) que estoy acostumbrado a encontrarme en las obras del autor victoriano, y sí mucho del humor que resulta esporádico en el resto de su obra (al menos, de la que yo he leído). Hay villanos, claro, pero son los menos y resultan villanos de medio pelo, por así decirlo; en la mayor parte de los casos no reciben el justo castigo a su perversidad (expresión que no es mía, pero que no recuerdo dónde leí… porque la leí en alguna parte, hace ya mucho tiempo); en la mayor parte de los casos, el castigo se limita a recibir uno o dos puntapiés (aunque en uno de los casos, no el del más perverso, son más bien varias docenas de puntapiés). Hay también descripción de la cárcel por deudas, escenario éste que Dickens conocía por experiencia personal; pero éste parece ser el único reflejo autobiográfico en toda la obra. Vamos, que Dickens enganchó a sus lectores con esta historia bienhumorada y caricaturesca, para pasar después a endilgarles folletines lacrimógenos uno tras otro, salvo alguna excepción que ahora no alcanzo a recordar.
Ha sido, pues, una agradable lectura que me ha acompañado durante las vacaciones y la vuelta al trabajo. No se ha hecho en absoluto largo, y uno casi lamenta que el señor Pickwick, el fiel Sam Weller y todos los demás personajes no nos acompañaran durante otras mil páginas… por lo menos.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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