miércoles, 25 de octubre de 2017

Fácil más alto, difícil más claro

Desprecio a mucho del mundillo artístico español, no por estúpidos, sino por jetas. Suelo describirles como esa gente que, proclamándose de izquierdas, viven como nos gustaría vivir a los de derechas. A los que me preguntan si alguien de izquierdas no puede tener derecho a enriquecerse, a vivir bien y todas esas cosas, le digo que sí, que naturalmente tienen todo el derecho del mundo, pero que a lo que no tienen derecho es a, además, proclamarse de izquierdas.
¿Y por qué, me dirían? Digo me dirían porque en general no me lo dicen, sino que la conversación suele acabarse en el punto y aparte anterior. Pues porque la izquierda preconiza la distribución de la riqueza, se supone que por igual; y, aunque –como me dicen mis interlocutores- esos retroprogres puedan contribuir, a la chita callando, a esa distribución, no percibo que ellos se hagan más pobres ni siquiera una miaja, así que…
Viene toda esta introducción –que, la verdad, no tiene mucho que ver con el tema de la entrada, pero me apetecía soltar el rollo- a cuento de que hoy me voy a referir a esa especie de trasunto hispano de Robert Allen Zimmerman: buen letrista, mediocre instrumentista y menos que buen cantante. Naturalmente, estoy hablando de Joaquín Sabina.
Cuando alguien escribe todo lo que el ubetense ha escrito (por cantidad y por calidad; no digo que todo sea alta literatura, pero tampoco es la obra de un simple juntaletras), debe tener algo entre oreja y oreja; algo que ni siquiera la vida de crápula que ha llevado hasta que el cuerpo le dijo basta ha podido eliminar. Sólo era cuestión de tiempo, pues, que se dejase de sandeces y dijera las cosas tal y como son.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: