viernes, 28 de junio de 2019

Cosas de mayores

La historia de la literatura está llena de obras en las que se entregan los mandos de una sociedad a los más jóvenes, incluso a niños. Por lo general, las cosas nunca acaban bien. Así, a bote pronto, se me ocurren dos: El señor de las moscas (que no he leído) y La fuga de Logan (que sí he leído).
De un tiempo a esta parte se da mucha cancha a las asambleas infantiles, alabando lo atinado de sus propuestas. Se supone que, por ser niños, no están maleados por la vida y, por lo tanto, sus iniciativas no tendrán sesgo ideológico alguno.
Recientemente ha saltado a la palestra una tal Greta Thunberg, una adolescente que abandera la lucha contra el sedicente cambio climático y a que el pijiprogrerío internacional poco menos que ha elevado a los altares (laicos).
Sin embargo, vamos a pensar que por ignorancia (a los dieciséis años, aunque se piense que se sabe todo, se ignoran todavía muchas cosas), las propuestas de la gentil Greta guardan una peligrosa concordancia con las del ecologismo sandía. Digo peligrosa porque si algo ha demostrado la Historia es que la izquierda ignora cualquier cosa sobre la creación de riqueza; en cuanto a su reparto, su doctrina podría resumirse en el conocido refrán quien parte y reparte se lleva la mejor parte… siendo ellos los que parten y reparten, por supueso.
En resumen: que si las iniciativas de la señorita Thunberg salieran adelante, los españoles –que son los que me pillan más cerca, básicamente porque estoy entre ellos- pagarían un impuestazo de sesenta mil millones de euros al año.
Mejor que se dedique a estudiar…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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