Los líos postelectorales entre los tres
partidos de la derecha española –me refiero, naturalmente, a los tres que han
obtenido representación en la generalidad de las instituciones representativas
españolas: de izquierda a derecha, Ciudadanos, Partido Popular y Vox- parece
que van a darme materia para diversas entregas de este blog.
Haría el chiste fácil de decir que
diversas y divertidas, pero la verdad es que la cosa parece no tener demasiada
gracia. Entre los (aparentes) remilgos de los naranjas a aparecer en la misma foto (o a sentarse en la misma
mesa) que los de Abascal y compañía, y el lógico rechazo de éstos a aparecer
como los tontos útiles de aquéllos (puesto que son pocas las plazas en que naranjitos y populares se bastan para
alcanzar la mayoría absoluta), se corre el riesgo de que la izquierda (¡y qué
izquierda, esta izquierda!) ocupe parcelas de poder.
Y, en medio, el PP intentando templar
gaitas y que unos no se sientan demasiado escorados a la derecha y otros
ninguneados. Al final, el que intenta contentar a todos no contenta a ninguno:
el PP ofrece a Vox cargos intermedios en la administración municipal madrileña
para contentar a Ciudadanos, que no quiere verlos en el ejecutivo municipal ni
en pintura; y Vox rechaza juntas de distrito y advierte que habrá comunidades que no se constituirán como
preveían.
De lo que no parecen darse cuenta los
del partido pomelo es que los
votantes que afluyeron por su derecha jamás (pero jamás, jamás) les perdonarán
que por acción u omisión propicien que suciolistos,
neocom o una mezcla de ambos alcance cuotas
de poder.
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