lunes, 10 de junio de 2019

Vista poco alegre, la verdad

Los partidos políticos, sean de la ideología que sean, tienen a mantenerse cohesionados sólo en dos situaciones: cuando aspiran a alcanzar el poder, o cuando lo han alcanzado y quieres conservarlo. Y es que el poder, o el ansia del mismo, es uno de los aglutinantes más poderosos que existen; tanto, que ríase usted del cianocrilato, o como se diga (pues se dice así… y lo dije bien a la primera).
En los partidos de izquierdas, sin embargo, las purgas son mucho más virulentas, tanto en el ascenso hacia la cima como en el despeñamiento hacia el abismo. Y poco importan las credenciales del crítico o del criticado, todos se sienten legitimados para hacer leña del árbol caído.
Tomemos el caso de los neocom: tras su fulgurante irrupción en la vida política española, los que tienen entre las orejas algo más que serrín se han dado cuenta de dos cosas: que su inepcia para gestionar es de dimensiones cósmicas, y que no son más que el mismo lobo de siempre, con una piel de cordero diferente: los comunistas, esos sujetos que predican el reparto de la riqueza… de los demás.
A lo que iba: en las últimas elecciones celebradas en España –europeas, nacionales, regionales y municipales-, el consenso es que el Chepas y su tropa se han pegado un batacazo de los que causan impresión. Como el de la coleta tampoco es que vaya despertando simpatías por ahí, enseguida se ha empezado a escuchar el ruido de los cuchillos afilándose. El primero en abrir fuego –ya sé que abrir fuego y cuchillo no casan bien juntos- fue Ramón Espinar: ese defenestrado por la parejita feliz, hijo de un imputado en el caso de las tarjetas black, receptor dudoso de una vivienda de protección oficial y vendedor fraudulento de la misma, que pide un nuevo liderazgo.
Como de costumbre, un comunista no coincide con la verdad ni por equivocación: cuando dice que Podemos tiene futuro, pero los Iglesias Montero no, falla dos veces. Porque el futuro de los neocom se ve de color culo de hormiga, mientras que el de sus cohabitantes dirigentes, bien apoltronados, luce esplendoroso, al menos en lo material.
Y mientras, los futuros padres de familia numerosa (¡pero que concepto tan facha!) despachan el asunto diciendo que es la opinión de un militante. Veréis cuando hablen los mil y un tontos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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