jueves, 13 de junio de 2019

Yo pregunto

Vamos a suponer que todos los ecologistas coñazo, ecolojetas, ecologistas sandía y demás compañeros mártires actúan movidos por la buena fe. Sí, ya lo sé, estoy pidiendo demasiado, es mucho suponer, pero concededme eso que se llama suspensión de la incredulidad, y admitámoslo como premisa temporal.
Incluso admitiendo todo eso, a toda esa tropa de salvatierras habría que considerarles una panda de ignorantes, que actúan guiados por sus prejuicios, tomando este término en su sentido literal, esto es, juicios emitidos antes de tener suficientes elementos de, valga la redundancia, juicio.
Es por ello que los que verdaderamente conocen la naturaleza, que son los que viven en ella y de ella, se están empezando a cansar de esa panda de plañideros (demasiada paciencia han tenido), y están comenzando a decir las cosas claras. Si hace unas semanas un paisano ponía en su sitio a los turistas rurales a propósito del canto de las gallinas a horas intempestivas (para los humanos), ahora son los ganaderos los que, hartos de los llantos de los animatontos (ese mote se me había olvidado), han señalado que sus vacas viven como reinas (supongo que no se referían ni a Maria Antonia de Francia ni a la zarina Alejandra, por poner dos ejemplos).
Y si tanto les molesta a algunos el que se ordeñe a las vacas, les hago una sola pregunta: ¿cómo sugieren alimentar a los humanos recién nacidos sin el concurso de ese maravilloso líquido blanco formado, básicamente, por agua, grasa y lactosa?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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