Con cierta frecuencia traigo a estas ¿pantallas?
la conocida novela Rebelión en la granja,
del británico George Orwell. Una persona de izquierdas, que en la Guerra Civil
española vino a luchar en favor del bando republicano y que acabó asqueado y
abominando de lo que suponía el marxismo en su aplicación práctica.
La obra citada es una crítica feroz, a
modo de sátira, de lo que supuso la revolución bolchevique –aquellos que,
diciendo representar y defender a los oprimidos, expulsan del poder a la clase
dirigente, sólo para acabar viviendo con más lujos que aquellos a los que
derrocaron-, que en cierto modo no fue sino el lampedusanismo total: todo
cambió para que todo siguiera igual… para los de abajo.
Y cien años después de aquella
revolución, y algo menos de la publicación de la novela, nada ha cambiado. Los comunistas
de boquilla dicen defender a la gente
frente a la casta, aunque a las
primeras de cambio se olvidan de aquellos que defendían y que les auparon a una
posición de poder, y pasan a vivir a todo tren. O, negro sobre blanco: el Chepas y su calientacamas no viven en
una mansión… sino, según ellos, en una casa en el campo.
Coño, lo mismo que los reyes padres, o
Felipe VI y su familia. Al fin y al cabo, sus palacios no dejan de ser eso, casas en el campo. Como también lo es,
por ejemplo, el Palacio de Versalles.
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