domingo, 16 de junio de 2019

El Señor nos la da, sólo Él debería quitárnosla

Cuando leí el titular de que Holanda practica la eutanasia a una menor de edad que sufría depresión, lo primero que sentí fue un escalofrío. Sentí miedo por el nivel de deshumanización que está alcanzando el mundo en general, y la civilización occidental, teóricamente cristiana, en particular.
En principio, la vida es lo más precioso que tenemos. Todo lo demás –salud, dinero, amor, familia- viene después, porque lo que no está vivo no es, no siente, no padece. Pero el nihilismo imperante hace que ya no existan absolutos, ni siquiera el del respeto a la vida humana. Y si el aborto es un derecho, el asesinato en el extremo opuesto –la llamada eutanasia, aunque ¿qué tiene de bueno la muerte, cualquier muerte?- también pasa a serlo.
Porque lo que ha tenido lugar en Holanda no ha sido una eutanasia: ha sido un suicidio, y punto. Y un suicidio por hambre y sed, con lo que el sufrimiento se ha dilatado en el tiempo (sólo a un masoquista eso le puede parecer bueno). Leído el artículo, se puede comprobar que esta pobre chica sufrió una vida bastante desgraciada, y que su depresión estaba más que justificada.
Pero de la depresión cabe de la posibilidad de salir. De la muerte, salvo que te llames Lázaro, seas hija de Jairo o hijo de una viuda de Naín (o salvo que seas el Hijo de Dios), no.
En cuanto a la familia de la suicida… mejor no hablamos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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