Cuando uno comete un fraude de Ley, no viola la letra de la Ley, sino algo mucho más grave: infringe su espíritu, aprovechándose de ella para obtener un fin distinto a aquel que estaba previsto y, generalmente, espurio.
Vaya por delante que considero que el
aforamiento es una figura jurídica que considero que en España debería estar
mucho más restringida. Pero vale, la norma es la que es y de momento sigue
vigente. Pero que una persona que va a ser empurada por un tribunal ordinario
aproveche la dimisión (voluntaria, es un decir, y legal) de un aforado, y las
renuncias (de nuevo voluntarias, de nuevo es un decir, y de nuevo legales) sucesivas
de otras cuatro personas para adquirir escaño de parlamentario autonómico y
pasar así a estar aforado queda, vamos a decir, poco estético cuando menos.
Algo así ha debido pensar la juez implicada en el caso, que ha pedido al Tribunal Superior de Justicia de la región que se pronuncie sobre el particular.
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