Los partidos políticos españoles acostumbran a mantener un frente unido y férreo ante las imputaciones de comisión de delitos. Por eso, cuando ese frente empieza a resquebrajarse es señal de que algo huele a podrido en Dinamarca, y que hasta los daneses se están empezando a dar cuenta.
En eso pocas organizaciones hay más
partidarias, políticas y españolas que la de la mano y el capullo. Repetirán hasta
la extenuación aquello de insidias, calumnias, lodo, fango, mentiras,
falsedades, pseudomedios… pero en cuanto le vean las orejas al lobo -y les
cuesta, porque sus anteojeras ideológicas son de campeonato-, empiezan a
apartarse, poquito a poco, así como quien no quiere la cosa, sin que se note
demasiado y tal.
O sea, que el asunto no empezó la semana
pasada, sino hace un mes, cuando tanto Ferraz (el partido) como Moncloa -el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer- empezaron a marcar distancias con Santos Cerdán y le obligaron a salir a defenderse.
Dios mío, qué mala es la hemeroteca…
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