No sé por qué, pero los judíos -los hermanos Marx y Woody Allen a la cabeza- tienen un sentido del humor de lo más agudo, preciso e irrebatible.
Una de las frases inmortales de Julius Marx
es aquella de estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros.
Menos humorísticamente, don Manuel Fraga Iribarne definió a los socialistas
como alguien capaz de afirmar una cosa y la contraria. Más procaz, está también
aquello de prometer y prometer hasta meter, y una vez metido, nada de lo
prometido; que, la verdad, no es que tenga mucho que ver, pero que hace bulto y
me apetecía poner.
De entrada, uno de los de la mano y el
capullo será capaz, en relación con cualquier delito en el que se pueda ver
remotamente involucrado, de negar la evidencia. Haciendo un juego de palabras
con el Evangelio, no hasta tres veces, sino hasta setenta veces siete. Eso sí,
hasta que empiezan a verle las orejas al lobo -cosa complicada, porque el
momento al que me refiero es aquel en el que el acúmulo de evidencias y pruebas
empieza a ser abrumador hasta para ellos, y es difícil ver a ningún lobo, por
grande que sea, detrás de semejante pirámide-, momento en el que empiezan a rectificar,
a matizar, a recular en suma.
Es lo que pasó hace tres semanas con la Pelos,
antes ninistra del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer y ahora comisaria (¡y hasta vicepresidente!) de la Comisión Europea, que
comenzó a reconocer haberse reunido con Víctor de Aldama y no se atrevió a
negar que conociera a la persona que llevaba a Ferraz los euros por decenas de
miles.
Tic, tac…
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