Según me disponía a comenzar a escribir esta entrada, he caído. Veamos.
Premisa mayor. En la televisión que pagamos
todos los españoles -vale, me estoy columpiando, pero ya sabemos que Sanchinflas
sólo va a donde le masajean (¿tendrá algo que ver con su familia política, una
especie de fenómeno de Pavlov o similar?)-, el psicópata de la Moncloa
preguntó, retóricamente, de quién dependía el fiscal general del Estado. Apostilla:
como liberticida de manual, asume que nombrar a alguien hace que ese alguien tiene
que seguir todas tus órdenes sin rechistar. Prosigo.
Premisa menor. A principios de mes salió la
noticia de que el fiscal particular del desgobierno socialcomunista que tenemos
la desgracia de padecer sería finalmente procesado por revelación de secretos,
la filtración en contra de la pareja de la presidente de la comunidad autónoma
de Madrid.
Conclusión: si es procesado por revelación de
secretos, y sólo hace lo que su amo le dice que haga, reveló los secretos
porque se lo ordenó su amo.
Pedro, calienta, que sales.
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