Hace casi un mes saltó el escándalo –que duró cinco minutos, como suele ocurrir con los escándalos- cuando, de regreso de un viaje por el extranjero, el ministro de Economía español hizo un alto en el aeropuerto de El Prat y se reunió con el estrábico con sobrepeso que, ante la crítica situación de las finanzas catalanas, pidió auxilio urgente a Madrid para evitar la quiebra de Cataluña.
Voces críticas surgieron en el Partido Popular. Llamó la atención que las críticas surgieran de la sección catalana del partido de la gaviota, antes tan complaciente con las tonterías necionanistas (algo parece haber cambiado desde los tiempos en que la política de rostro simiesco lo presidía).
Ahora, en un alarde matonesco que nadie se cree, el ministro de Hacienda amenaza, tras el rapapolvo de Bruselas, a las comunidades autónomas con hacerles cumplir la ley que nunca aplicó, y que las vigilará mes a mes para que no gasten de más.
Esto lo dice el miembro de un gobierno que en sus cuatro años de ejercicio ha sido incapaz de cumplir ni una sola vez los objetivos de déficit.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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