El
PSOE es una máquina de perseguir y conservar el poder, que además constituye la
única argamasa capaz de mantener cohesionado el partido. Cuando dejan de
ostentar el poder, las tensiones afloran y empiezan los navajeos.
En cambio,
en la formación neocom parece estar
ocurriendo precisamente todo lo contrario. Mientras permanecieron al margen del
sistema, o en lucha contra este, constituían una turbamulta variopinta pero
razonablemente cohesionada (hoy voy a gastar la palabrita, parece) que
marchaba, o eso parecía, en una sola dirección.
En cambio,
ha sido empezar a catar poder y que hayan aflorado los personalismos y las
discrepancias entre las diversas corrientes, mareas y movimientos y el aparato del partido. Aparato que ha
pretendido imponer la ley del silencio hasta que consigan recomponerse (si es
que lo consiguen, claro). Una postura esta de boca cerrada a la que tan proclives
son los movimientos totalitarios, sean del jaez que sean.
Así,
mientras el sector más izquierdista del partido –y eso ya es mucho decir en un
partido comunista- reclama a Junior
que no se apoye a Sánchez, provocando así la convocatoria de unas nuevas elecciones generales, nueve dirigentes proclives al becario ubicuo fueron y presentaron su dimisión. Mientras, Junior hacía
bromitas sobre mandar a los disidentes a Siberia, y su mano derecha en trance
de ser amputada culpaba al aparato del PSOE de todos sus males.
Ya se
sabe, la culpa siempre es de los demás.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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