A
vueltas con retirar del callejero lo que ellos llaman vestigios franquistas, los neocom
sueltan tantas tonterías por minuto que su ratio habitual palidece en
comparación.
Para
empezar, hablan de un protocolo (¿sabrán
acaso lo que es eso?) para los vecinos de cara a minimizar las molestias
ocasionadas por los posibles cambios. Afirman que no supone coste ni burocracia adicional, se respeta un periodo de
transición y simplemente se ha de actualizar cuando se actualicen sus
documentos de manera habitual. Todo eso está muy bien, pero… ¿qué pasa con
el correo postal? Si la denominación de Hermanos García Morato desaparece, y la
calle se convierte en parte de Arturo Soria, ¿a qué calle y número se dirigen
las misivas, a la antigua o a la nueva? ¿Deberán los carteros ir con una tabla
de equivalencias, al estilo de las que aparecen en los textos legales cuando se
cambia de normativa? Quizá los vecinos no sufran molestias, pero ¿y los carteros, mensajeros, repartidores de
paquetería o, incluso los remitentes? ¿Deberán ellos también conocer la
equivalencia, aunque escriban desde la otra punta del mundo?
Lejos
de aclarar la cuestión, la delegada de Cultura y Deportes de Madrid, Celia
Mayer, se lanzó a una de esas diatribas tan habituales en la izquierda de toda
ralea, defendiendo que no habrá concordia ni reconciliación posible mientras siga habiendo muertos enterrados en las cunetas, sin que el Estado reconozca institucionalmente los crímenes de lesa
humanidad que se cometieron durante la guerra civil y la represión en el
franquismo, en definitiva, sin que se produzca un proceso de justicia y de
reparación como ha sucedido en tantos otros países europeos y latinoamericanos.
Me
parece bien. ¿Ha reconocido el Estado republicano las matanzas de Paracuellos?
¿Se ha reparado a los herederos de Andrés Nin, despellejado vivo por los de su
propio bando? Tiene razón doña Celia, todavía queda un largo proceso de justicia. Que empiecen por su casa, y
luego que hablen de la de los demás.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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