Hace
ochenta y cinco años (y dos días) se proclamó en España la Segunda República.
Una proclamación ilegal pero, sobre todo, ilegítima. No es que, como dijera
Azaña (al menos, creo que fue él), España se acostara monárquica y se levantara
republicana: en unas elecciones municipales (repárese en el detalle), las
candidaturas republicanas obtuvieron
menos votos que las monárquicas. Algo
parecido a lo que ocurriría cinco años después entre izquierdas y derechas en
las elecciones generales, con el agravante de que las segundas fueron cualquier
cosa menos democráticas (pucherazos, coacciones, falta de recuento definitivo).
Desde
hace algunos años (o décadas, quizá), la efeméride es aprovechada por quienes
se dicen nostálgicos de aquel régimen infausto, hecho por (menos de) la mitad
de los españoles contra (más de) la otra mitad. Esos nostálgicos son, en
realidad, quienes pretenden ganar la Guerra Civil con efectos retroactivos. Y
son quienes, como no me canso de decir, enarbolan la bandera verdaderamente
preconstitucional, inconstitucional y anticonstitucional.
Que
lo hagan en su casa, vale (sin ir más lejos, yo tengo en la mía una bandera de
España con el escudo anterior a 1.981). Pero cuando lo hacen en edificios oficiales, pasándose –como es su costumbre- la Ley por el arco del triunfo, la
cosa cambia.
Entonces,
pasa a ser un delito.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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