Eso
fue lo que pensé cuando leí el titular de que Ahora Madrid convierte su código ético en papel mojado tras trescientos días en el Ayuntamiento. Y no me refería a los neocom, sino a los periodistas que publicaron la noticia, porque
los perroflautas devenidos concejales se pasaron su sedicente código ético por el arco del triunfo (si prospera la iniciativa de doña Rojelia,
¿habrá que decir que se lo pasaron
por el arco de la democracia?) a los
cinco segundos de aposentar sus tafanarios en las poltronas municipales. Ese
código ético que decía que cualquier cargo político que fuera investigado por
un delito debería dimitir ipso flauto.
¿O es que nadie se acuerda del concejal que ofendió, de una tacada, a las
víctimas del terrorismo, a las de la Shoah, a las de los crímenes más terribles
y al buen gusto?
Claro,
que la cosa no acaba ahí. Cuando su procesamiento sólo era una hipótesis
probable, la estríper aficionada señaló que no tenía demasiado claro que fuera
a dimitir si la acababan condenando. La acabaron condenando, y no dimitió. Cosa
lógica, porque tras admitir que ya en su primera comparecencia mintió a los periodistas,
se despachó diciendo que se considera legitimada para seguir siendo portavoz
del Ayuntamiento de Madrid.
Cosa
lógica, por otra parte, porque teniendo en cuenta el personal que integra el
equipo de gobierno municipal, Rita la
despelotadora es casi de lo menos malo. Por ejemplo, está el concejal de
seguridad, que al ser rodeado e increpado (diría que escracheado si no fuera porque la palabrita me repele ya desde su
misma escritura) por miembros de la policía municipal, les llamó fascistas (por lo que ha sido imputado y ahí sigue, sin dimitir). Es lo que tiene esta gente de
izquierdas, que su repertorio de denuestos e improperios es bastante limitadito.
Como
su vergüenza. Desde que comencé a escribir en este blog me he cansado de hablar
de la ley del embudo, de la doble vara de medir y de metáforas similares, pero
nunca hasta ahora lo había visto expresado con tal claridad, desparpajo y
desfachatez. Ahora resulta que, según la bailarina exótica, hay dos clases de
escraches: los buenos y los malos.
Los buenos,
claro está, son los que perpetran ellos. Si, en cambio, los sufren, entonces
son de lo peor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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