La bruja Piruja, sectaria y despótica,
organizó cuatro días cuatro días de actos, mesas redondas, recitales poéticos y
conciertos para celebrar el 85 aniversario de la Segunda República. Sin
embargo, parece que el éxito de crítica y público ha sido, como suele decirse,
descriptible. Un fracaso, vamos.
Parece
que el impacto popular de las fiestas de la república de Colau ha sido muy inferior
al que se esperaban los técnicos
municipales de Barcelona en Común, el partido de la alcaldesa (si es que esa
gente sólo sabe mear en la calle y poco más). A la hora de analizarlo, se aduce
que ha sido demasiado abstracto, que la agenda era muy sutil (eso, eso, más
meadas y menos soflamas). De ahí que sólo los más movilizados, unas trescientas
personas, se congregara en el entierro de
la sardina republicana, consistente en el cambio de nombre de la plaza de
Llucmajor, en el distrito de Nou Barris, por el de plaza de la República.
Por no
ir, al aquelarre no fue ni la bruja principal.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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