En
el último mes del año hay una serie de constantes. Las calles se iluminan con
la excusa de las fiestas navideñas –aunque algunas de esas iluminaciones sean
escasamente festivas y nulamente navideñas-, la gente se lía a comprar regalos…
y la película que la Academia Española del Cine ha elegido como representante
para optar al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa queda fuera de
juego a las primeras de cambio.
Y eso
ocurre gobierne en España la derecha o la izquierda, los proclives a la cultura
(llamémosla así) estadounidense o los que abominan de ella (aunque en general
unos y otros pierdan el culo por disfrutar de las gabelas derivadas de esa
cultura). Y ocurre porque en la Academia Española del Cine los que cortan el
bacalao son los pijiprogres, esa
panda de onanistas mentales que sólo saben mirarse el ombligo y proponer como
candidatas, no diré películas que les gusten o hechas por gente de su cuerda
(la defenestrada este año es de Almodóvar, al que tampoco por estos lares le
tienen simpatía sus colegas), sino películas que a los yanquis les aburren soberanamente.
No digo
yo que las otras (pre) candidatas –de Alemania, Irán, Rusia, Canadá o
Dinamarca- sean mucho más interesantes, pero parece que en esos países los
respectivos proponentes de candidatos sí que le tienen cogido el tranquillo a
eso de elegir una película que les represente.
Diría
que los españoles bien podrían aprender de las citadas naciones, pero es que el
mundo de la cultura de la piel de
toro está tan empapado de su propia autosuficiencia que lo más probable es que
piensen que al otro lado del charco no tienen ni puñetera idea de hacer cine. Y
si hay algo que saben hacer allí es cine… y venderlo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario