Durante
la campaña electoral de las presidenciales estadounidenses causó un gran
revuelo en las filas progres la
afirmación de Trump –creo que en uno de los debates electorales con Hillary
(Rodham) Clinton- relativa a que quizá no aceptaría el resultado de las
elecciones si no era él el vencedor.
Nunca
sabremos qué habría pasado realmente, porque a la postre fue el millonario
quien obtuvo más votos del colegio electoral (que no sufragios en voto popular,
donde fue superado por la ex primera dama aspirante a presidente) y quien
resultó finalmente elegido, a pesar de los llamamientos de la izquierda para que los compromisarios hicieran algo que no se ha visto en dos siglos, esto es,
no votar por el candidato del partido al cual representan (finalmente fueron
dos republicanos y cinco demócratas los que no votaron a sus respectivos cabeza
de lista).
Porque
lo que ha quedado meridianamente claro es el escaso talante democrático de la
izquierda, sea ésta del país que sea, si los resultados de las elecciones no
coinciden con sus deseos; al menos, de la izquierda más radical y descerebrada
(una cosa suele acompañar a la otra, por lo que emplear ambos calificativos
puede resultar redundante). En efecto, los medios estadounidenses de izquierda,
con el panfletario Moore a la cabeza, se lanzaron a cuestionar la victoria de Donald Trump. Justo justo lo que apenas unas semanas antes se habían precipitado
a criticar en el magnate cuando se limitó a expresar una posibilidad.
Y es
que en todas partes cuecen habas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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