Cuando
los partidos de izquierdas –más aún los de extrema izquierda- no han alcanzado
aún el poder, a sus miembros se les llena la boca criticando el despilfarro de
la clase dirigente, que en vez de dedicar el dinero público a gastos sociales lo emplea en endeudarse ilegítimamente (según los de izquierdas,
claro).
Sin embargo,
una vez llegados al poder, los antaño criticones adoptan rápidamente los usos,
modos y maneras de aquellos a los que denostaban y, quizá por considerar que el
dinero público no es de nadie (Carmen Calvo dixit), lo gastan a manos llenas,
con mayor prodigalidad incluso que aquellos que, según ellos, llevaban desde
tiempo inmemorial ejerciendo tan reprobable ocupación.
Y,
vista la incapacidad manifiesta para ejecutar los presupuestos que ellos mismos
aprobaron (con el apoyo del Partido Socialista, no se olvide), los neocom madrileños intentan maquillar a
última hora las crifras gastando dinero a espuertas (algo por lo demás común en
las administraciones pùblicas, que ejecutan en los últimos días del año todo lo
que no han gastado durante el ejercicio). Por ejemplo, gastándose más de cien millones de euros (más de dieciséis mil millones de las antiguas pesetas, que
se dice pronto) en un edificio de la calle Alcalá.
Eso,
mientras ceden inmuebles de titularidad municipal a colectivos ocupadores (que
no ocupacionales).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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