De
no ser porque se trata de una formación política históricamente dañina para
España, casi daría pena contemplar la situación actual del PSOE. Casi.
Felipe
González y Alfonso Guerra convirtieron al partido del puño y la rosa en una
máquina de ganar elecciones. Durante cosa de década y media, su dominio en la
escena política española fue prácticamente omnímodo. Sólo el lógico desgaste y
una crisis económica de la que no pudieron o no supieron librarnos (y no sería
la última vez que el titular de la cartera haría eso mismo) provocaron su
alejamiento de la poltrona monclovita.
Tras
la dulce derrota, Isidoro se apartó de la primera línea,
dejando el puesto a alguien de su confianza, el inane Almunia. Queriendo legitimarse,
convocó unas primarias… que perdió frente a José Borrell (ojo con él), alguien
infinitamente más capaz (y quizá por eso mismo, infinitamente más soberbio).
Sin embargo, el aparato¸ en la tesitura
del perder el poder frente a un outsider
(es un decir, el otrora ministro de Hacienda era tan aparatchnik como el que más, pero casi imposible de controlar) le
hicieron la vida imposible, hasta que se vio obligado a dimitir como candidato:
como dije yo en aquella época, la bicefalia sólo produce cefaleas (y, añado
ahora, sólo se cura con una decapitación).
Con las
manos libres, Almunia cometió un error de bulto (recordemos, era un inane), y
acudió a las elecciones del año 2.000 en coalición con los comunistas. ¿El
resultado? Dar la mayoría absoluta a Aznar (que no supo aprovechar) y romper
(no sería la última vez) el suelo electoral del PSOE.
Las cosas
parecían encaminadas a una tercera victoria electoral consecutiva de los populares; sin embargo, ciento noventa y
tres abstenciones hicieron saltar por los aires todos los pronósticos y
llevaron al poder al inane Rodríguez. Éste consiguió una segunda victoria
(relativa), pero convirtió al partido (cuyo nivel previo tampoco es que fuera
para tirar cohetes, con un ministro de Cultura diciendo catorceavo en lugar de décimo
cuarto) en un absoluto páramo intelectual.
Desde
entonces, cada secretario general que ha llegado ha hecho bueno a su
predecesor, al tiempo que ha roto el suelo electoral en el que se encontraba. Sólo
así se entiende que cuando un inane (y van…) como Francisco López anuncia que
no descarta presentar su candidatura a la secretaría general, que asume todo el legado del PSOE, lo bueno y lo malo
(habrá que preguntarle si asume los GAL, Filesa, la reprivatización de Rumasa y
la revolución de Asturias, por citar sólo unos cuantos ejemplos) y que cuenta
con un equipo fuerte, la gente no se
parta de risa, sino que se tome en serio el anuncio. Envalentonado, el hombre
que comenzó el derribo de la franquicia vasca de los socialistas confirmó que
se presentaba y que se sentía con fuerzas
para reconstruir el PSOE.
Pero
hete aquí que el penúltimo inane, alias Sin
vocales (es decir, Pdr Snchz)
intente (otra vez) volver (otra vez), y al tiempo que llama traidor al
vascongado (de apellido nada euscaldún, por otra parte), que niega ser un traidor
y proclama su lealtad al partido, se lanza a la carretera (otra vez),
comenzando su gira en el corazón del susanismo (otra inane), Sevilla.
Lo
dicho, inanidad a la inásima
potencia.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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