miércoles, 25 de enero de 2017

Uno que viene y otro que se va… y la vida sigue igual

Es posible que Donald Trump (ojalá me equivoque) no vaya a ser uno de los mejores presidentes de la historia de Estados Unidos. Es incluso probable que, si el mecanismo de equilibrio de poderes que tan bien planearon los Padres Fundadores no funciona como Dios manda, sea uno de los peores, no sólo para sus compatriotas, sino también para el mundo. Lo que sí es seguro que su predecesor, el mulato Barack Hussein Obama, ha hecho todos los méritos para entrar en el grupo de los peores, en dura pugna con su correligionario James Carter.
La cosa ya empezó mal. Un senador sin experiencia ninguna en la gestión pública, y con la buena planta y la labia como cualidades más importantes, era elevado al puesto de mayor poder del mundo por aquello de hacer lo políticamente correcto. Sin haber hecho nada, le caía encima, además, el premio Nobel de la paz. Y como su mencionado correligionario, deja un mundo mucho peor que el que se encontró: un Irán envalentonado, una dictadura castrista ya no sometida al por otra parte nunca existente bloqueo, y un Oriente Medio más polvorín que nunca.
A propósito de su mujer, intentando hacer una alabanza (supongo), he leído la semana pasada que entre sus puntos a favor (los de ella) está el valer tanto como su marido. Desde mi punto de vista, eso no es un cumplido, es una ofensa: al igual que en el caso de William y Hillary, es la Primera Dama la que vale bastante más que el marido (que, de nuevo, sólo tiene el ser telegénico y con labia, aunque el de Arkansas es bastante más listo que el de Illinois, y éste bastante más decente que aquél… que se sepa).
En resumen, que si EE.UU. ha sobrevivido a Nixon, a Carter y a Obama (de aquellos polvos vienen estos lodos), puede perfectamente sobrevivir a Trump. Aunque no dejo de pensar en la imagen de la película La zona muerta, con el presidente pirado al mando del botón nuclear…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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