No,
no me refiero a las formaciones terroristas o filoterroristas, sino a la
generalidad de los partidos políticos en España y, en concreto, a los dos que,
con la excepción de la UCD, se han venido turnando en el gobierno del país.
Y
son inconstitucionales porque nuestra Carta Magna establece que el
funcionamiento interno de los partidos políticos deberá ser democrático. Y, dado
el férreo control que en todas las formaciones políticas impera, su
funcionamiento interno es cualquier cosa menos democrático.
De
los dos partidos políticos, el formalmente menos democrático es el actualmente
en el gobierno. Las dos sucesiones de líder máximo que se han producido han
tenido lugar por aclamación tras la designación digital del líder saliente. El que ahora el presidente (del
Gobierno y del partido) trate de vender que ya hay democracia en el partido (es decir, que antes no la había) porque se instalarán urnas para elegir a los compromisarios no puede sino
considerarse como un mal chiste.
Formalmente
más democrático, el PSOE adolece sin embargo de la misma carencia real.
Instalado el sistema de las así llamadas primarias,
cuando el elegido ha decidido actuar por libre (llámese José Borrell o Pedro
Sánchez), el aparato ha terminado
defenestrando al susodicho.
Lo
malo es que los militantes se hacen a la idea de que son ellos los que
verdaderamente deciden en el partido y, claro, luego tienen que venir los del aparato a aclarar las cosas con parlamentos tan diáfanos como que La culpa la tienen los militantes del partido que confunden a todo el mundo cuando hablan de cosas que no se tienen que decir, porque son muy claras y porque están así reguladas en los Estatutos del partido. Tan claras no deben estar las cosas cuando hay que aclarar que
Primero va a haber primarias y luego, va
a haber congreso.
De
igual modo, no parece una muestra de democracia interna (o quizá sí, quién
sabe) que en el PSOE se estén buscando mecanismos y contrapesos para limitar las consultas y el poder del secretario general. Si por un lado podría considerarse
como una especie de división de poderes en el partido, por otro cabría verlo
como un intento del aparato por
controlarlo todo, especialmente en el caso de secretarios generales con ideas
propias.
Por
último, hay que señalar que en los partidos de la nueva política parecen también imperar estos viejos modos, ya que
Errejón no descarta que le laminen tras Vistalegre
II si se enfrenta a Junior. De lo
más democrático, vamos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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