…que
viene a ser el reverso (o el anverso, según cómo se mire) de otro dicho, que
suelo emplear con relativa frecuencia: el de ya habló de putas la Tacones. Cuando hago ese comentario, no digo
que la hipotética peripatética esté errada, sino que, por tener mucho de lo que
avergonzarse, estaría mejor calladita. Como en el caso del monarca micénico y
del pastor de sus marranos, cuando algo es cierto, lo es, con independencia de
quien lo haya dicho. Otra cosa es, repito, que no sea la persona quizá más
indicada para andar señalando circunstancias, debido precisamente a las
particulares del orador (hay que ver lo que llevo escrito, y todavía no he
entrado en harina…).
Personalmente,
considero que José María Aznar es, con diferencia, el mejor presidente de
Gobierno que ha tenido España en el último medio siglo (incluso podría decir
que tres cuartos, pero eso ya sería meternos en la posguerra y mentar al
Generalísimo, y la cosa no viene a cuenta), cosa que, por otra parte, tampoco
resulta tan difícil, dado el nivel de sus predecesores y sucesores. Quizá Calvo-Sotelo
tuviera más talla política e intelectual (esto último, casi sin duda alguna),
pero no tuvo tiempo de demostrarlo.
Habrá
quien me diga que no es para tanto, y que Aznar cometió errores y desaciertos,
e incluso afirmarán que los mismos fueron graves e importantes. A efectos de mi
argumentación, estaría dispuesto a admitir todos esos extremos. Aunque fuera
cierto que Aznar fue un desastre, ello no obsta, insisto, para que cuando dice
algo que es objetivamente cierto, se le reconozca; o, dicho de otra manera, que
cuando tiene razón, hay que dársela (nunca he entendido eso, por otra parte:
¿cómo puede darse algo a alguien que ya tiene ese algo que hay que darle?).
Por
ello, cuando Aznar, al criticar la política económica (hacendística, creo que
sería más correcto) de Rajoy, ha afirmado que impuestos altos, déficit y deuda son lo contrario del círculo virtuoso, hay que estar de acuerdo con él a pesar
de los eventuales prejuicios ideológicos, o incluso personales, que se tengan
hacia el personaje.
Es como
la curva de Laffer: quizá sea más un unir
los puntos que una verdadera función matemática, pero hay que reconocer que
se adapta asombrosamente bien a la realidad.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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